En un sexenio, la entidad poblana pasó del No es mi voz, al No es mi bala

Por La Jornada de Oriente | Viernes, Julio 25, 2014

En la medida que pasan los días se pone en evidencia que el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas carece de un equipo de crisis, pues el caso del homicidio del niño José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo lo ha puesto en aprietos muy similares a los de su antecesor Mario Marín Torres. Mientras el segundo de ellos se metió en un brete que le costó que se apagara su carrera política, por negar su voz en una grabación con el empresario Kamel Nacif Borge en la que se oían a la perfección sus palabras, ahora Moreno Valle Rosas está cayendo en la misma situación al negar la existencia de balas de goma en la Policía y que una de éstas le quitara la vida al infante de San Bernardino Chalchihuapan, cuando existen evidencias de todo lo contrario.

Es decir, en Puebla de un sexenio a otro pasamos de la crisis de “es mi voz, pero no es mi voz” –Marin dixit– a “no es mi bala”, tal como quiere hacer creer Rafael Moreno Valle Rosas, con la nada creíble versión de que primero fue un cohetón lo que mató al niño, y luego se cambió a que fue una “onda expansiva” de una gran explosión, cuando el menor no registró quemaduras y sí, en cambio, tenía un hoyo en la cabeza de un objeto más o menos cilíndrico.

Por ahora es difícil saber cuál de las dos crisis, la de Marín o la de Moreno Valle, tendrá el mayor daño o costo político para sus protagonistas principales. Lo único que por ahora se puede registrar es que hay un factor esencial que marca mucho las diferencias entre ambas situaciones: el alto nivel de influencia que ahora tienen las redes sociales.

En febrero del año 2006, cuando estalló el llamado Lydiagate, las redes sociales ya tenían una importante presencia, pero todavía no se convertían en arena política y su nivel de influencia todavía no era tan penetrante.

Ahora es diferente: un político que no cuenta con una buena imagen en las redes sociales difícilmente la tiene en el resto de la sociedad. Y esa condición se está volviendo el principal talón de Aquiles del gobernador de Puebla.

En una rápida revisión de las redes sociales se percibe que entre ocho y nueve de cada 10 mensajes que se han difundido en las redes sociales sobre el tema del enfrentamiento de Chalchihuapan, de la muerte del infante José Luis Alberto Tehuatlie y de la llamada #Ley Bala, son adversos a Rafael Moreno Valle Rosas; al gobierno del estado; al procurador de Justicia, Víctor Antonio Carrancá; al titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Facundo Rosas, o al secretario General de Gobierno, Luis Maldonado Venegas.

Las respuestas a esos cuatro servidores públicos son de denuestos, burlas, refutaciones, mensajes de descrédito o montajes en los que se ha ridiculizado a Moreno Valle, a quien se le coloca como policía, como una figura agresiva o como una persona disparando a la gente, y principalmente a los niños.

De poco le ha servido a los morenovallistas haber contratado abrumadoras y costosas campañas para inundar las redes sociales con videos, difamaciones contra la diputada Roxana Luna –por ser la principal crítica del jefe del Poder Ejecutivo– y con sitios destinados a supuestamente “contar la verdad”, pues el grueso de los internautas responden con incredulidad o mofas hacia los contraataques de los partidarios del gobernador.

Tal situación evidencia que Moreno Valle no tiene asesores que le pudieran advertir de dos errores básicos:

1) En la escala de confianza de la opinión pública mexicana los políticos y los policías son los peores calificados. Son en los que menos cree la ciudadanía. Y por ende, mandar a elaborar videos en donde los principales protagonistas son policías que se quieren martirizar y acusar a los pobladores de Chalchihuapan de ser terroristas no es un medio efectivo para convencer a la opinión pública. Y sobre todo cuando los supuestos uniformados salen con voz chillona, pero no se les ve lastimados, rasguñados ni espantados.

¿Qué lastima más a la sociedad: un niño inocente al que le volaron una parte del cráneo por excesos de los agentes de la fuerza pública o que les pegaron a un grupo de uniformados en una manifestación?

Es evidente que la mayoría de la gente se pone del lado del abuso de autoridad contra el niño, pues los policías son temidos u odiados por el grueso de la población.

Dicha respuesta se genera, además, porque en los mismos videos que difunden los morenovallistas se ve que la gente de Chalchihuapan son campesinos, son ciudadanos pobres, que apenas y pueden lanzar piedras contra sus agresores; mientras que los granaderos van equipados con escudos, cascos, bombas de gas, toletes, un helicóptero y balas de goma.

2) Parece que tampoco nadie le ha contado a Moreno Valle del efecto del #Yo soy 132, que en el año 2012, trajo en jaque la campaña electoral del entonces candidato presidencial priista Enrique Peña Nieto.

El movimiento del #Yo soy 132 demostró que las redes sociales, en temas de crisis, son más efectivas que los medios de comunicación convencionales.

Por tanto, de poco le va a servir a Moreno Valle buscar el cobijo de medios de comunicación locales y nacionales, cuando las redes sociales rebasan y acaban cuestionando a la prensa en general.

Lo que tendría que hacer Moreno Valle para frenar su crisis es dejar a un lado la soberbia y eliminar los montajes que ha construido en torno a los hechos violentos del 9 de julio, sancionar a los policías que cometieron excesos, correr a Luis Maldonado, que no supo buscar una solución política al conflicto y dejar de perseguir a los pobladores de Chalchihuapan.

Aunque a estas alturas ya parece bastante tarde para que Moreno Valle pueda recular. No le queda otra salida que morirse con su versión de que: “No es mi bala”, pese a que la Comisión de Derechos Humanos ya evidenció que desde 2011 se detectó que la Policía Estatal sí utiliza las tan mentadas balas de goma.