50% de los bachilleres de Cuacnopalan dicen aspirar a seguir siendo huachicoleros

Por La Jornada de Oriente | Lunes, Mayo 22, 2017

En el epicentro de la zona del huachicol, en Palmar de Bravo, la violencia y la presencia de las fuerzas armadas no ha significado un cambio social. En una reciente encuesta que se aplicó a los estudiantes de un plantel de Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA), ubicado en la comunidad de Cuacnopalan, acerca de sus expectativas en la vida, 50 por ciento respondió que en el futuro quieren ingresar a las organizaciones dedicadas al robo de combustible o continuar dentro de las bandas de huachicoleros, así como ascender en la escala de quienes dirigen dichas agrupaciones.

La mayoría de los estudiantes que ofrecieron tales respuestas ya se emplean como halcones de dichas mafias.

Y no se puede decir que tales estudiantes sean ajenos a los riesgos que se enfrentan, ya que en esa comunidad en los últimos meses se han registrado unos siete “levantones”, al parecer operados por cárteles antagónicos de los zetas. De los desaparecidos, cuatro eran estudiantes de dicho plantel CBTA, el cual se ubica a unos 10 minutos de la zona en donde recientemente un dron del gobierno captó imágenes de una larga hilara de docenas de camiones que estaban a la espera de comprar gasolina y diesel robados.

Una fuente bien informada, conocedora de lo que pasa en esa región, narra que entre los estudiantes domina la idea de que la actividad del robo de hidrocarburos es la única alternativa de desarrollo y que no se va a acabar, que será más fácil que un día se retiren los miembros de la Marina –que son los que combaten el huachicol en esa zona– a que se reduzca el negocio de la extracción y comercialización ilegal de hidrocarburos.

Dicho CBTA en los años anteriores ocupó altas calificaciones en las pruebas que aplica la SEP para medir el desempeño escolar. Era una escuela modelo.

Ahora esa puntuación en las evaluaciones oficiales se ha desplomado a la mitad. Ese retroceso ha ido aparejado al aumento de alumnos con manos y brazos quemados por su contacto con el hidrocarburo que brota de los ductos o que siempre se notan agotados, desvelados, con poco ánimo de estudiar, ya que la actividad de robar la gasolina y el diesel se lleva a cabo, principalmente, entre las 3 y las 5 de la madrugada.

Otros estudiantes se les ve con poco ánimo porque deben pasar largas jornadas apostados en esquinas, cruceros, veredas, junto a carreteras y caminos, de día y de noche, haciendo labores de halcones, es decir de informantes. De reportar el movimiento de las fuerzas policíacas y del Ejército, o de personas extrañas a la comunidad, que pudieran ser bandas rivales en el negocio del huachicol.

Además, hay un aumento brutal de consumo de drogas sintéticas y de cocaína. El uso de los enervantes está relacionado con la necesidad de muchos de estos jóvenes de poder estar atentos, en alerta, sin dormirse, cuando les toca fungir como informantes o en las labores de extracción de hidrocarburos en las tomas clandestinas.

A decir de los estudiantes el huachicol no les va a mejorar su nivel de vida, sino ya se los transformó.

Según ellos ya tienen todo lo que necesitan: 500 pesos diarios de pago de salario, más una motocicleta de modelo reciente y uno o varios teléfonos celulares sin límite de crédito. Sin contar que ahora dicha actividad les da estatus social.

Para ellos están en su mejor momento. Aunque los principales líderes de las bandas de huachicoleros son personas maduras, la mayor parte de los integrantes de las estructuras de estas bandas delictivas son gente joven.

Quien es el encargado de la red de halcones es un muchacho de 22 años, que a decir de muchos adolescentes ese dirigente no solamente los comanda, sino que tiene capacidad de resolver problemas sociales de la población por el poder económico que detenta.

La llegada de los efectivos de la Marina, en la percepción de los testigos de lo que pasa en Cuacnopalan, que es una comunidad más grande que Palmar la Bravo, la cabecera municipal, no ha sido un inhibidor de la actividad de los huachicoleros.

Antes había, en cada jornada, entre 60 y 70 halcones revisando los principales cruceros, pasos de carretera, instalaciones importantes y la autopista México–Veracruz.

Ahora se sabe que hay más de 130 halcones en cada jornada. La mayoría utilizan motocicletas. Otros se mueven a pie y suelen ser los que llegan a pasar desapercibidos.

Para que los habitantes de Cuecnopalan y otros poblados vecinos puedan pasar de un lado a otro de la autopista existen una serie de puentes y pasos a desnivel, en los cuales siempre hay hombres, a todas horas, que con franelas rojas en las manos se dedican a dirigir el tránsito de automotores, carretas y de personas a pie. Para nadie es un secreto que son informantes de los huachicoleros.

Entre los estudiantes se cuenta de manera espóntanea que hay un rastreo en todo momento y en todo lugar, de los grupos de efectivos de la Marina, quienes pernoctan en el arco de seguridad que en esa parte del estado construyó el gobierno morenovallista y que ha decir de los pobladores nadie sabe para qué sirve.

¿Les preocupa o les da miedo los marinos a los halcones y huachicoleros? Por lo menos algunos jóvenes que tienen el doble rol de seguir como estudiantes y ser parte de las organizaciones criminales, los soldados no les representan grandes problemas. Alguno de ellos resumía así la situación:

“Mientras el huachicolero trabaja de noche, el marino trabaja de día y duerme de madrugada”, en alusión a que la actividad de la extracción clandestina de hidrocarburos se despliega principalmente entre las 3 y la 5 de la madrugada, que es cuando descansan los marinos, quienes pasan lista poco después de las 5 horas, actividad que es observada a lo lejos por los halcones.

La anterior narración es solo una pequeña muestra del arraigo social del huachicol. De la forma salvaje que se está apoderando de los jovenes y destruye el tejido de las comunidades. Es un cáncer que caundo llega a un municipio, al poco tiempo hace metastasis.

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